Echo la vista atrás y recuerdo que, cada año por estas fechas, iba preparando el regalo que iba a hacer, a veces para una amiga y a veces para una pareja, comprado en las rebajas de Enero. Con toda la ilusión, cuando paseaba por el centro del pueblo, miraba escaparates como un niño mira una tienda juguetes y escogía un “regalo” que no se podía considerar “barato” ni estando en “Segundas rebajas de Enero”. Primeras marcas, casi inaccesibles en su precio habitual y que, con esfuerzo, podía regalar a la persona que tuviera cercana en estas fechas.
Y ahora me doy cuenta que, para mi, no me compraba nada. Y que las “beneficiarias” de dichos obsequios incondicionales, han desaparecido de mi vida, con la misma facilidad que desaparece el alambre de Pan de molde.
Este año, creo que por primera vez, voy a regalarme algo para mi. Quizá no lo haré con la misma ilusión que lo hice anteriormente pero al menos sé que “no me abandonaré a mi mismo” (aunque tengo que reconocer que, a veces, tengo ganas...)
Me voy a regalar dos muelas.
Qué mal suena! Y, no sé porqué, la frase me recuerda a “Chiquito de la Calzada”.
No es un regalo como para dar saltos de alegría pero... comprarme otra moto ya sería abusar de mi mismo (y ya tengo 4 en el parking).
No las necesito para masticar y tampoco se ve el “hueco” exageradamente
(están al fondo a la derecha... Como los lavabos en un bar...), pero como no me
van a crecer otras muelas nuevas, mejor hacerlo ahora antes de que me arruine y
ninguna de la beneficiarias de mis regalos (llegado el caso) no me
“devolverían” ni para poder comer.
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